Carta a la infanta enamorada
La bióloga y profesora asturiana Laura Serrano reflexiona sobre el futuro de Cristina de Borbón.
Querida Cristina:
Leo en los periódicos que tú y tus abogados consideráis incómoda la situación en la que te encuentras. Añaden que tú (y solo tú) consideras injusta dicha situación. Es domingo. Desayuno café con leche y una tostada con queso Philadelphia y mermelada. Mis ojos alcanzan el tamaño de los de un besugo.
Entiendo que al haber nacido de un útero real tu concepto de incomodidad e injusticia se halle un tanto desvirtuado. Mas no temáis, bella dama. Aquí están tus súbditos, siempre dispuestos a socorrerte cuando más lo necesitéis.
Yo siempre pensé que una familia real --de realeza, no de realidad--pasearía por las calles de su reino mirando a su alrededor para comprobar el estado de sus posesiones; que conocería al más mínimo detalle los sufrimientos de aquellos que pagan mensualmente para proporcionar un nivel de vida reservado, cómo no, a las castas privilegiadas.
Cuál es mi sorpresa, y mi gran chasco, al comprobar que esto no es así. Más bien al contrario.
Porque al declarar tú y tus fieles que vives una incómoda e injusta situación queda más que patente, querida, que no tienes ni repajolera idea de lo que acontece en tu bello y depauperado reino. Para muestra, un botón.
Incómodo, oh, noble infanta, es dormir en el rellano de un edificio de viviendas con tus tres hijos. Injusto es que en ese edificio se encuentre tu antiguo hogar, del que te han echado porque una estafa que nada tiene que ver contigo te ha llevado a la más incómoda, injusta y mísera de las situaciones económicas. Incómodo e injusto.
Injusto, oh, bella entre bellas, es haber vivido en este país durante veinte años y que de repente te encuentres con que no tienes acceso a los mínimos. Injusto es que tengas que pagar para que un médico te recete amoxicilina, porque el frío de las calles te ha dejado las amígdalas para el arrastre. Incómodo es depender de la caridad de las gentes que te rodean. Injusto e incómodo.
Injusto, oh, melancólica dama, es que los ahorros de toda una vida desaparezcan como por arte de magia. Injusto es que te digan que el mundo de las finanzas es arriesgado. Incómodo es tener que irte a vivir con tu hijo, su mujer y tus cuatro nietos a un piso de tres habitaciones. Injusto e incómodo.
Injusto, oh, inocente princesa, es que te embarguen la cuenta corriente por una deuda con la Seguridad Social que no llega a 3.000 euros. Injusto es ver cómo la Justicia funciona de manera diferente para gentes diferentes. Incómodo es que insulten a tu inteligencia. Injusto e incómodo.
Injusto, oh, bien alimentada y vestida damisela, es que la luz se haya convertido en un artículo de lujo, y te gotee la nariz en el salón de tu casa por miedo a no poder pagar la factura. Injusto es que nadie haya hecho nada para parar esta escalada de precios, ni para poner fin a los monopolios, ni para parar de una maldita vez esa puerta giratoria que conecta lo público con lo privado. Tener los pies fríos en tu propia casa: eso es incómodo. Injusto e incómodo.
Como verás, Alteza, los ejemplos me salen de las orejas. Podría seguir, pero me urge ir a sonarme la nariz y a ponerme unos calcetines.
Si tienes alguna duda sobre estos dos conceptos, no dudes en salir a la calle y estar en la calle (pero antes aléjate un poco de Suiza: allí no vale). Es el mejor indicador del estado de salud de tu reino.
Realmente no te deseo nada malo, solo que la Justicia demuestre que es igual para todos, como dijo tu sabio y real padre en su sabio y real discurso. Yo cuando me voy a la cama cada noche sé muy bien si he sido buena o mala. Sé perfectamente cuándo he mirado para otro lado y si he pagado o no mis impuestos, el IBI, el IGIC, el seguro autónomo, la basura, el seguro del coche, la licencia de obras y otros tantos y tantos gastos que me llegan así, de golpe, y que yo pago con la esperanza de que sufraguen, como mínimo, la atención sanitaria y la educación de mi hija.
Una cosa sí te voy a pedir, querida y encumbrada infanta: no me tomes más el pelo, ¿vale?
Laura Serrano