El peor accidente de la historia ferroviaria de España tuvo lugar en Torre del Bierzo (Imagen no correspondiente …
El
accidente de tren en Galicia, que tuvo lugar el pasado 24 de julio en las inmediaciones de Santiago de Compostela, se ha convertido
en una de las mayores tragedias en la Historia ferroviaria de España, pero no en la que mayor número de víctimas ha producido.
Si retrocedemos siete décadas podremos encontrarnos con el que fue
el mayor y más trágico accidente ocurrido en nuestro país y que a la vez tiene tras de sí una escabrosa y vergonzosa historia de mutismo que las autoridades de la época intentaron ocultar.
El lunes 3 de enero de 1944 partía de la
Estación del Norte de Madrid (actualmente
Estación de Príncipe Pío) el tren correo-expreso con destino a La Coruña.
Era un tiempo en el que los trayectos de larga distancia tardaban una eternidad en realizar el viaje y los vagones de trenes (fabricados en su mayor parte en madera) eran incómodos, además de transportar a más viajeros que asientos llevaban. Motivo por el que habían muchas personas que viajaban de pie en los pasillos o en las plataformas que comunicaban un vagón con el otro. La proximidad de la festividad del día de Reyes fue un factor determinante para llevar más pasajeros de lo que habitualmente frecuentaban dicha línea.
La compañía
Renfe tan solo llevaba en funcionamiento tres años, tiempo en el que no había podido dar a la infraestructura ferroviaria todas las reparaciones que requería, a pesar de que la
Guerra Civil había terminado cinco años antes, pero las condiciones del trazado de la red de vías de la mayor parte del país estaban en unas pésimas condiciones.
Algo que también ocurría con la mayoría de las locomotoras y vagones, por lo que cualquier pequeño incidente
tenía todos los números de convertirse en una gran tragedia, como así sucedió en este fatídico viaje.
El convoy del
tren correo-expreso iba provisto de
dos locomotoras y doce vagones, que iban repartidos en dos destinados al servicio postal, otro para los equipajes y el resto repartido entre la primera, segunda y tercera clase (en esta última era donde iba una sobreacumulación de pasajeros, compuesto por soldados de permiso, familias enteras y comerciantes de regreso a su hogar).
Sorprendentemente iba provisto de dos locomotoras debido a que una de ellas (la principal) tenía problemas de frenado y se le acopló una segunda que debía ser la que ralentizase la marcha. Pero al llegar a la
estación de La Granja se dieron cuenta que la locomotora acoplada también tenía problemas de sobrecalentamiento, por lo que se optó por desengancharla. Una decisión que fue fatal en el devenir del viaje y que sería una de las causas del aceleramiento del convoy tras partir de allí y durante el descenso del
puerto de Brañuelas, provocando que el maquinista no pudiese frenar y pasase de largo por la estación de
Albares de La Granja, en donde debía efectuar una parada.
El tren, con una velocidad muy superior a la que normalmente llevaba, se dirigía descontroladamente hacia la siguiente estación, situada en
Torre del Bierzo y tras la que se encontraba el fatídico túnel en el que colisionaría con una locomotora en maniobras y que había partido apresuradamente tras el aviso telefónico del jefe de la
estación de Albares de La Granja, quien advirtió de la inminente llagada sin control del tren correo-expreso.
El impacto fue devastador, quedando dentro del túnel cinco de los doce vagones (los que correspondían a la 3ª clase y que llevaba más de 700 pasajeros).
Se produjo a las 13:20 horas de aquel fatídico lunes.
Pero ese choque no fue el único que se produjo, ya que en dirección contraria venía
un tren de mercancías con 27 vagones cargados de varias toneladas de carbón. El maquinista desconocía lo sucedido unos minutos antes en el túnel nº 20 (tal y como se le conocía al lugar) y llevaba una marcha normal y adecuada para un viaje de esas características. Tal y como se acercó a la zona del siniestro nada pudo hacer por frenar, chocando frontalmente contra los vagones que allí habían descarrilado.
Durante los tres siguientes días la parte del correo-expreso que se encontraba dentro del túnel estuvo ardiendo,
reduciendo a ceniza tanto los vagones como a un gran número de pasajeros allí atrapados.
El cúmulo de despropósitos y malas decisiones tomadas por los responsables ferroviarios hizo que desde las más altas instancias se ordenase guardar mutismo en relación a todo lo que tenía que ver con el accidente, las causas y las víctimas, dando un comunicado oficial en el que escuetamente se informaba de la tragedia y en el que se daba un balance de
78 fallecidos.
Pero todos aquellos que pudieron salvarse de la tragedia sabían que esos datos ofrecidos por las autoridades no eran reales, cifrándose, de manera extraoficial, en
500 el número de víctimas mortales.
Un número que nunca vio la luz, a pesar de los casi 70 años que han pasado y que sigue sin haber una explicación oficial de lo sucedido en
el accidente de Torre del Bierzo.
A lo largo de todas estas décadas, varias son las cifras que se han ido dando y especulando sobre el número posible de fallecidos. Algunos son los estudios que lo dejan en alrededor de 250 y otros que lo suben hasta las 800 víctimas.