Hasta 1942 las relación entre Churchill y Stalin no fueron cordiales. Era pública y
notoria la animadversión que existía entre Winston Churchill y Josef
Stalin y a pesar de estar situados en polos políticos muy opuestos
debían de mantener un alto nivel de entendimiento entre ambos, con el fin de
estar asociados y derrotar al enemigo común: el Tercer Reich de Adolf Hitler.
Varias fueron las veces en las que tras alguna importante reunión ésta
había acabadoechando chispas por algún desencuentro entre ambos dirigentes.
Recién iniciado 1942, la Segunda Guerra Mundial seguía
avanzando y la incorporación de los EEUU en el conflicto decantaba la balanza
hacia los Aliados,
pero los nazis todavía seguían teniendo posibilidades de alzarse con un
triunfo, de ahí que un total entendimiento por parte de los líderes aliados era
primordial en aquel momento, motivo por el que se acordó realizar una serie de encuentros
bilaterales con el fin de limar asperezas.
Entre el 12 y el 17 de agosto de ese mismo año, Churchill viajó hasta
la URSS con la intención de reunirse con Stalin, allanar el camino de esas
pequeñas rencillas y tomar importantes decisiones sobre la campaña en
África del Norte y un hipotético segundo frente en
Europa; idea que era del agrado del estadista bolchevique pero que al
británico no terminaba de convencer.
La delegación norteamericana, de la llamada Segunda Conferencia de
Moscú, estuvo representada por el diplomático Averell Harriman, quien
llevaba un mensaje de entendimiento por parte del presidente Franklin Roosevelt y, al parecer, entre
estadounidenses y soviéticos no hubo desencuentro alguno, pero sí algunos
flecos con los británicos, por lo que se decidió que, antes de que acabase
dicha conferencia, se realizaría un encuentro cara a cara entre Churchill y
Stalin, con el fin de que llegasen a un buen entente.
La reunión comenzó a las siete de la tarde y en un principio se decidió
realizarla a puerta cerrada en una de las estancias privadas del Kremlin. Tan
solo estarían presentes Churchill, Stalin y sus correspondientes intérpretes,
algo que molestó a los representantes del cuerpo diplomático y mandos militares
de ambas naciones que hasta allí se habían desplazado.
Las horas iban pasando y los dos líderes seguían reunidos, sin que nada de
lo que ocurría dentro de la habitación trascendiese al exterior.
Alrededor de la una de la madrugada mandaron avisar a Alexander Cadogan (subsecretario
del Ministerio de Relaciones Exteriores de Reino Unido) y Vyacheslav
Molotov (ministro de Relaciones Exteriores de la URSS) para que
se incorporasen a la reunión.
Parecía que, aunque no habían llegado a un acuerdo final en todos los
asuntos, el buen rollo entre ambos se había apoderado de la reunión, la cual se
estaba realizando de una manera distendida y en la que incluso se permitieron
hacer alguna que otra broma.
Pero la presencia de los responsables diplomáticos de ambas naciones no
rebajó el tono de cordialidad con que se estaba celebrando hasta aquel momento
la reunión, invitando a éstos a tomar parte de aquel festín gastronómico y
etílico.
El encuentro se alargó hasta las tres de la madrugada y, aunque Churchill
se quejó a lo largo de la noche de un leve dolor de cabeza, no dejó de comer,
beber y brindar por aquellos acuerdos a los que habían logrado llegar.
Sin lugar a dudas una gran juerga entre Josef Stalin y
Winston Churchill que fue determinante en el futuros acontecimientos que se
desarrollarían durante los siguientes tres años en la IIGM, en los que el bando
Aliado se alzó con el triunfo final.
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